
En Rusia, hablar por WhatsApp o Telegram ya no es tan fácil. Las llamadas de voz están siendo bloqueadas. Oficialmente, para combatir el fraude y el terrorismo. Extraoficialmente, porque las plataformas no entregan datos al gobierno.
Roskomnadzor, el regulador estatal, dice que los criminales usan estos servicios para extorsionar, reclutar y planear actos violentos. La solución: limitar funciones hasta que las empresas obedezcan. ¿Qué significa obedecer? Instalar oficinas en Rusia, cumplir con sus leyes y abrir el acceso a los datos de los usuarios.
Desde el 11 de agosto, las llamadas de voz en WhatsApp y Telegram apenas funcionan. Usuarios reportan que las videollamadas también están afectadas, aunque Moscú insiste en que no hay más restricciones.
Meta, dueña de WhatsApp, no dejó dudas: “WhatsApp es cifrado de extremo a extremo. No vamos a romperlo porque un gobierno lo pida”. Telegram fue más diplomático. Dice que elimina contenido violento y que lucha contra el mal uso de su plataforma, pero no ha cedido el control.
Para el Kremlin, esto no es nuevo. Desde hace años exige acceso a las comunicaciones privadas. Después de invadir Ucrania, prohibió Facebook e Instagram por “actividad extremista”. WhatsApp quedó al margen… hasta ahora.
Pero Rusia no solo quiere bloquear. Quiere reemplazar. La apuesta es una app nacional llamada Max. Más que un mensajero, será una herramienta estatal con acceso total a los datos. Control total, sin negociación.
Mientras tanto, casi 200 millones de personas en Rusia usan WhatsApp y Telegram. No solo para chatear, sino para trabajar, informarse, sobrevivir. Para ellas, esta pelea no es técnica. Es política. Y personal.
El mensaje es claro: o ceden las plataformas, o se apagan. (A través de Reuters )